martes, 7 de agosto de 2012

Pedregalejo, histórico barrio de pescadores

El nombre de Pedregalejo ya aparece en un mapa de finales del siglo XVIII. Su historia es, por tanto, larga y compleja; durante años la dualidad playa-montaña de la que goza resultó un obstáculo para las comunicaciones. Lejos de las imponentes residencias de verano que durante décadas han sido objeto de todo tipo de habladurías, en la actualidad aún quedan detalles que mantienen vivo su recuerdo como histórico barrio pesquero.
Los merenderos de la zona, prolongados a lo largo de todo el paseo marítimo, devuelven a los años en que a menudo los comensales tenían que levantar los pies porque las olas amenazaban con llegar hasta ellos.
El más antiguo de todos es El Lirio, que trufó la posguerra de su vino dulce y el pescado recién salido del mar. Su propietario, Antonio Galdeano, debe su sobrenombre a la pequeña barca de madera con la que salía a pescar. Su primaria construcción provocaba las bromas de algunos de sus colegas pescadores, que al verlo pasar le cantaban la famosa copla: «La Lirio, la Lirio tiene, / tiene una pena la Lirio. / Y se le han puesto las sienes / moraítas de martirio».
Tras la muerte de su fundador, el local pasó a manos de la segunda generación, Antonio y su mujer Isabel. Ella fue quien hizo célebre lo que hoy es la indiscutible seña de identidad de El Lirio: sus manojitos de boquerones. La hemeroteca atestigua tal éxito, que en ocasiones fue recogido por la prensa, incluso extranjera, de la época. El tercer relevo generacional llegó a cargo de las hijas de Antonio e Isabel, Pepi y Francis, que se han mantenido fieles al modo de hacer de sus padres.
El Lirio colinda con otros merenderos típicos como El Morata, El Cabra o Andrés Maricuchi. Todos ellos respetan la tradición culinaria de la zona y sus cartas siguen teniendo al pescaíto frito como protagonista. Pero las costumbres no están reñidas con la innovación, y algunos de ellos han introducido aportaciones novedosas, como el postre basado en helado de turrón y whisky que El Morata ha dado en llamar ‘moratita’.
Junto a El Lirio, El Cabra es, gracias a sus mariscadas y a la calidad de sus pescados, uno de los merenderos más reconocidos de la zona de Pedregalejo. Se ha mantenido, como la mayoría de locales de la zona, fiel a la tradición del pescaíto frito en la capital malagueña. No en vano Pedregalejo siempre ha sido considerado una de las cunas de este arte culinario. Almejas y coquinas salteadas, junto a sus sabrosos espetos, completan una oferta con un inconfundible sabor mediterráneo que ha traspasado las fronteras de la Costa del Sol.
Con 30 mesas y capacidad para 120 comensales, el chiringuito Maricuchi está especializado en cocina marinera. De él destacan sus buenas vistas y su terraza exterior. Historia viva de Pedregalejo, sus especialidades en pescados a la espalda y a la sal no hay que dejarlas pasar por alto, así como su gran variedad de pescaíto frito y pescados pequeños cocinados de múltiples modos.
El Caleño es otro de los restaurantes sin los que no se podría explicar la historia de este barrio pesquero. Su éxito está motivado por la calidad y frescura de sus productos. Su carta está trufada de excepcionales carnes y pescados en todas sus combinaciones, cuyo resultado final es el exquisito fruto de la sencillez y la mejor cocina casera. Hay que añadir el buen número de denominaciones de origen de su carta de vinos, tanto tintos como rosados y blancos, con las que regar las delicias del mar y una buena gama de postres caseros con las que finalizar la velada gastronómica.
A ellos hay que sumar una largo etcétera: Miguelito El Cariñoso, Las Palmeras o Los Espigones son otros de los nombres más míticos. Todos han contribuido a hacer de Pedregalejo un paseo con un encanto especial. El de los fuegos que se prenden a última hora de la tarde para que sus brasas asen los espetos de sardinas; el del aroma del pescaíto frito y el del placer de poder degustar los mejores mariscos con vistas a los espigones que se adentran en el mar calmo de sus playas.

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